lunes, 3 de junio de 2013
Tierra
Cosecho dolores porque son los únicos que me llenan las manos de frutos, conservo mis lágrimas, las guardo en frascos opacos y después las bebo y así me acuerdo de que la vida no vale verga, pero que me encanta estar aquí. Tengo cada sentimiento etiquetado en los paneles mal puestos de mi alma, todos los amores me saben a distintas tonalidades del chocolate, el odio sabe a moneda y la felicidad a cerveza. Las papilas gustativas de mis sueños son lo más avanzado que existe en este cuerpo. Me mal viajo pero después aterrizo, me pierdo pero siempre llego. Y en los caminos que trazan las venas de mis ojos cerrados y la sangre en la cabeza puedo avanzar, nunca me caigo, nada me toma los tobillos, ahí es cuando siento libertad.
Todo detrás de esta frente tiene colores tornasol, mis hombros tienen una puertita secreta donde guardo la sorpresa de cada día. Amanece siempre primero en mi cama, después en el mundo. Anochece siempre primero en mi mente, después en la tierra. Si no soy parte de aquí, si no me siento como humano me voy a otro lugar, cualquier espacio de esos millones que he creado en mí interior.
Porque en eso he desperdiciado veinte años de vida, en hacer refugios mentales, como esos nucleares que los gringos construyen debajo de sus casas, pero aquí no hay comida enlatada y sleeping bags, aquí tenemos zonas de confort y melodías agradables, personas interesantes, pendejadas interminables. Si no puedo vivir de la gente vivo del asfalto y el brillo culero que le da el sol de Monterrey, vivo de las montañas y vivo del fresco nocturno. Si no vivo del amor, vivo del sopor.
Pero eso soy yo, de todo me atengo, con todo me detengo, no avanzo, me espero. No me quiero ir de aquí. Si nada me va a hacer feliz mínimo espero poder sentarme a llorar cada que se me hinche un güebo. Me gusta el planeta Tierra. Está verga.
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