Estás habitando la tierra de nadie, existes justo ahora, después de tanto espacio y causas perdidas en el mundo amarillo, del sol picante, la mota, el tequila y los gavanes. Estás entre espinas de nopales, verde, blanco y rojo, más rojo que nada, más rojo que nadie, todo el rojo de tus venas que se te escurre por las orejas. Estás atrapado en el origen, en todas las cosas que se te dan por olvidar, lo que no recuerdas antes de dormir y lo que ignoras cada mañana al despertar.
Eres el billete de lotería que compró tu mamá, eres el plato de barro y el suelo caliente, eres todo idealista perecido en la batalla, eres el muerto, el calcinado y la carne que se viene pegada a los ojos cuando se sustraen de las cuencas, eres los remolinos de tierra, el día de muertos, el mole y los chiles rellenos, eres mezcal y el aguardiente.
Ya no sé si tengo un corazón o me lo intercambiaron por una fosa llena de muertos y recuerdos, ya para qué me busco si en cualquier momento me desaparezco, ya para qué crezco, ya para qué soy humano si al final me convierten en estadística, en un número frío sobre un papel que a nadie le interesa leer, ya para qué.
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