Vine a decirte que no vamos a ser felices, que vamos a llorar más que los demás, que lo que la gente deja pasar con tanta facilidad a nosotros siempre nos va a atormentar, a taladrar la mente. Pero ya no puedo encontrar romanticismo en quererme morir, para variar quisiera tranquilidad, aunque sea treinta días, que me digan a quién le firmo el contrato, cómo no, con mucho gusto. No estamos locos, no necesitamos un doctor, para qué pagar por pastillas cuando tenemos nuestras propias medicinas. Y nos lamemos las heridas, armamos unos playlists, nos metemos magia por los torrentes sanguíneos.
Somos la estabilidad pasiva-agresiva del siglo XXI, vivimos en el limbo mientras permanecemos de carne y hueso en este plano de asfalto y humo negro de carro. No somos únicos, ni tampoco la evolución, si acaso lo más probable es extinguirnos primero que los demás. No es pesimismo, pero probablemente nadie comprenda el cínico optimismo de abrir los ojos cada mañana. Y respirar, echar la primer miada del día y seguir respirando. Y desayunar, leer algo sólo para después dormirnos sabiendo que efectivamente, continuamos respirando. Inhalas y exhalas y esperas que el mecanismo pare, que el sistema entero colapse, porque el problema actual es que a la gente le encanta ver colapsar sistemas, menos el propio.
Sólo vine a decirte, que no estamos perdidos, que todos vamos para algún lado, aunque no lo sepamos.
1 comentario:
Fue como leer un poco de lo que no logro expresar.
Y es que la elocuencia al habla no es como la de los pensamientos.
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