Dogbane Beetle

viernes, 13 de febrero de 2015

Ave carroñera del desierto


Los buenos recuerdos te mantienen con vida, mientras que los malos te forman como persona, estás hecho y moldeado con base en todas tus heridas, porque son los límites de tu sufrimiento quienes bordean los horizontes de tu percepción. Despiertas, embates y sobrevives con el único escaparate de aquélla nalgada que te dio tu mamá cuando niño y que cambió para siempre tu apreciación del mundo, los sentimientos y las personas. Tu corazón no es un órgano, sino un estanque de anécdotas que te ponen la piel de gallina, y cada batalla librada contra el pasado no te fortalece pero te impulsa, un día ganado, dos horas vivo, cinco minutos en la guerra sin armas. Los días duelen, así como las canciones, así como impulsar tu peso para tomar el camión, así como sonreír sin gritar y mirar sin llorar. Si pudiera ser cualquier cosa en el mundo, sería la navaja que te corta la garganta, sería el pájaro que caga tu camisa blanca, sería la lluvia que te causa el resfriado, sería el chicle de la banca que se te queda pegado. Deslíndate de la generación, manda al cuerno todos los preceptos establecidos y vamos a llorar bajo el árbol más bonito de la ciudad, a convertirnos en el momento en que una camioneta se salta las barreras de protección para caer en el Santa Lucía, quiero ser el ave carroñera del desierto, darte un beso, comerme un ácido, lamer el desodorante en roll-on, olernos las axilas, preguntar al cielo "¿por qué nosotros?" todos los días, para olvidarme que soy sólo un reflejo de mi vida, un boceto del pasado tan mal dibujado que no puedo ser tangible en el presente y me convierto en un fantasma del futuro. No me siento hasta que me vuelves de verdad.

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