Dogbane Beetle

domingo, 8 de septiembre de 2013

Miguel, el hombre pájaro del Cerro de la Silla


No esperaba nada de la vida y la vida no esperaba nada de él, tenían siglos perdiéndose el uno al otro la fe. Con un odio encarnizado se retaban, "a ver quién puede más" pensaba él, desplegaba sus alas de ángel que emergían desde sus omoplatos de una manera tan grácil y natural y se ponía a describir círculos enormes en lo alto del cerro de la silla. Luego ahí, entre la grandeza de lo verde, de las montañas y la plenitud de Monterrey, se sentía más solo que nunca, sin compañía, sin nadie más de su especie (si es que había más) y el sol le quemaba los hombros y la espalda que se encontraba apenas cubierta por una interior blanca con enormes agujeros para las alas. Él era bastante normal, no tenía nombre porque nadie se había molestado en proporcionárselo, nació sin madre, nació sin padre. Si me preguntan a mí les diría que salió de la tierra, como las papas y las zanahorias, pero el proceso exacto lo desconozco para ser sincera. Si usted le veía de pie, omitiendo las alas y la mirada de perro maltratado que se ha curtido con dolor y sudor y que al próximo cabrón que se atreva a darle un puntapié se le lanzaría a la yugular, él era bastante normal, hasta había leído a Oscar Wilde. También conocía un poco de cultura popular, porque en el siglo XXI hasta los deformes ermitaños que habitan las montañas tenían que saber un poco de algo ¡Es la era de la información, por dios!
El muchacho de las alas cultivaba vegetales y hongos que hacían la noche más divertida de lo que de por si ya era volando tan alto que reacomodaba algunas estrellas sin que los regios se dieran cuenta. Porque los pinches regios nunca ven nada, bien les pudo haber robado la luna y ni quien renegara mientras hubiera fútbol y carne asada, pero eso no nos acontece.
Hastiado de la soledad y casi renegándole a cada árbol que no tuvieran la capacidad de entablar una platica civilizada (cuán civilizado podía ser un salvaje con alas y que la última noticia que recibió del exterior era que había vuelto el PRI) decidió recorrer a prudente distancia (era un joven con alas, no menso) las casitas que proliferaban desde hace algunos años en las faldas del cerro de la silla, ya lo había hecho antes en contadas ocasiones. Le maravillaba ver de lejos a los humanos comunes y corrientes y no se explicaba como podían carecer de algo tan natural como su enormísimo par de alas.
Cuando se cansó de volar (porque volar es como caminar, uno se cansa) decidió tomar un respiro en el techo de una casa particularmente alta, se sentó estirando las piernas y se puso a observar y escuchar, no había nadie supuso de inmediato, por la carencia de ruido. El muchacho vio la alberca, y sabía que algunos humanos tenían esos estanques de agua en sus casas para nadar, hacía mucho calor, y las cascadas le quedaban lejos, "¿por qué no?" pensó, no había nadie y nadie lo vería. Necesitó apenas un pequeño despegue y medio aleteo para zambullirse en el agua.
No le gustaba el olor, le molestaba el cloro y comenzó a tallarse los ojos con tanto frenesí que tardó unos segundos de más en darse cuenta que una figura estaba parada en la orilla de la alberca. Al verla se horrorizó, pero la figura que le pertenecía a una mujer de unos veintitantos años de edad no se inmutó.

—Sabía que existías. —dijo la mujer.
Él no dijo nada. Estaba petrificado y asustado, nunca había visto a un humano tan de cerca y por más cliché que esto suene, ella le atraía de una manera extraña. Extraña para él que nunca lo había sentido, normal para nosotros que identificamos inmediatamente cuando alguien nos mueve el tapete.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó ella.
El alado sólo movió la cabeza.
—¿Hablas?
—Sí —respondió al fin— fluido. Sólo no sé mi nombre.
—Tienes cara de que te llamas Miguel. —le dijo ella, con su insoportable manía mundana de ponerle un pinche nombre a todo.
—¿Y tú cómo te llamas?
—Alegría.

A partir de ese momento, la vida del salvaje cambió por completo. Visitaba a Alegría al menos cuatro veces por semana siempre que ella le avisaba amarrando de un árbol de su casa una cometa que se elevaba por el cielo cuando no había nadie en su casa. Entablaban conversaciones de lo más extrañas, Miguel no le creía a Alegría que existieran otros planetas, Alegría no le creía a Miguel que contemplando desde las alturas la inmensidad de la ciudad no hubiera llegado él solo a la conclusión de que la Tierra no era el único lugar para existir. Otras veces discutían cosas más sencillas, como la genética de Miguel o porque no todos teníamos alas como él. Alegría no dejaba pasar ningún momento para expresar la admiración por las alas de Miguel, él la había invitado a volar en repetidas ocasiones, pero ella se excusaba argumentando que temía a las alturas, Miguel en el fondo, creía que realmente no le gustaban tanto sus alas y que hasta cierto punto, era algo que los separaba.
Un tarde, después de que Alegría había intentado enseñarle a Miguel a usar la computadora, se despidieron, Miguel le pidió permiso a Alegría de acariciar su rostro, ella lo dejó, pero ya estaba anocheciendo y sus papás no tardarían en regresar. La emoción del momento, así como la noche sin viento y la poca relevancia del cometa que yacía tirado al lado del árbol, hizo que ambos olvidaran desamarrarlo, por lo que ésa noche Miguel emprendió el vuelo hacia el cerro y Alegría se fue a terminar los deberes, recibir a sus padres y luego dormir.
Al día siguiente, el sol ardiente de Monterrey despertó a Miguel, le calaba en los ojos. Se fue a acicalar a las cascadas, por si hoy el cometa flotaba. Eran las diez de la mañana. Muchos metros antes de llegar a la casa de Alegría, Miguel pudo ver el cometa verde menta flotando en lo alto del cielo, sonrío para sus adentros y aterrizo primero en el techo, después con un batir de alas entro en el comedor, donde Alegría siempre esperaba sentada. Y en efecto, ahí estaba ella, pero a los lados de la mesa se encontraba una señora con los mismos ojos que Alegría a diferencia de unas cuantas arrugas en los costados, y un señor con la misma nariz que Alegría, a excepción que Alegría tenía un arete en la aleta izquierda. Eran los padres de Alegría.
Después de muchos gritos de terror y de las entrecortadas explicaciones de la hija, Miguel estaba con una cara de muerto en vida esperando a que los señores recobraran el aliento. Después de mucho maldecir en voz baja y de que los colores se le subieran por toda la cara, el papá de alegría dijo:

—Entonces, si no he entendido mal, este muchacho o lo que sea, ha estado visitando mi hogar a escondidas y para acabarla de chingar, tiene un par de alas enormes y una extrañísima procedencia.
—Sí. —contestó Alegría.
—Pues bien, o se dejan de ver o esto va a terminar en temporada de patos.

Alegría miró a Miguel de una manera en que Miguel supo que tenía que irse. Salió precipitadamente por la puerta y voló y voló y lloró y lloró. Sabía que ella no iba a dejarlo de esa manera, pero por otro lado, nunca había experimentado el rechazo, porque nunca había estado tan cerca de las personas como para ser lastimado, en este caso, por los papás de Alegría. Pensó que ellos serían un enorme obstáculo y todo por ése inmenso par de alas.
Miguel, desesperado ante la idea de perder a Alegría, buscó entre las herramientas que le había robado a humanos un machete, y con una espantosa dificultad y alaridos de dolor, cortó sus alas. Le quedaron a penas unas pequeñas protuberancias en la espalda, que con otra camisa podían disimularse muy bien.
En la mañana partió hacia casa de Alegría y tardó bastante, porque nunca había ido a pie. Llegó por la puerta de la entrada y timbró dos veces, llevaba en la mano tres girasoles para ella. Alegría lo recibió y abrió mucho los ojos cuando notó que Miguel ya no tenía las alas.

—Me he cortado las alas, Alegría. Ahora podemos estar juntos.
Le dijo Miguel con radiante optimismo, pero ella sólo frunció los labios y contestó:
—No. Así no.

http://www.youtube.com/watch?v=PhAGgyiM0_w

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente me envolviste,todo el cuento me hizo sentir tan bien y feliz con tus sutiles comentarios bromistas y al final sentí como mi corazón se paralizó y sentí que era yo al que mandaban a la verga. Estoy enamorado de tu mente morra.

Anónimo dijo...

Presiento que la pendeja que les tira carrilla a ti y a mel es la idiota copiona de instagram, pinche morra chaqueta que se arrime a la mierda chigao! no le hagas caso jise <3

Anónimo dijo...

Eres bien padre. Ya sé que suena bien patético, pero me gustaría ser tu amigo. Love ya, porfa nunca cambies. XOXO.

Anónimo dijo...

Estas bien padre como que te ando queriendo y ni te conozco, se mi amiga 4evaaaaaaaa.

Anónimo dijo...

Hola. Te extraño en twitter, vuelve :c