"Separarse de la especie por algo superior
no es soberbia, es amor.
Poder decir adiós es crecer"
-Gustavo Cerati
Puedo decirte lo feliz que estoy de que ya se vaya a terminar este año, aunque en muchos aspectos he crecido, mi madurez emocional, así como mi salud física se vio vulnerada de manera constante durante once meses. Es muy difícil crecer, es muy duro caerte y despertar el día siguiente para repetir procesos, crear rutinas estables, convertirse en la persona que uno quiere ser y no en lo que nos quieren volver.
Te he visto y me has visto entre la espada y la pared, con enormes bloques de cemento pendiendo sobre nuestras cabezas a punto de triturarnos el cráneo. Pero siempre encontramos la luz al final del túnel, siempre nos queda la cerveza cuando se acaba la semana y la cama mullida al regresar a casa.
Rotos y descompuestos nos hemos ido recomponiendo, pegamos miniaturas, recogimos nuestras piezas y si se nos pasaba alguna, muchas veces nos apoyamos en nuestro rompecabezas, colocándole al otro algún pedazo que pasó por alto, sólo que el rompecabezas muchas veces fue nuestro corazón o la mente o los recuerdos incesantes y las memorias que a veces regresaban con el único propósito de derrumbarnos.
Es bueno sentir la mano de alguien sobre la tuya cuando olvidas los guantes en tu casa y la temperatura es menor a los diez grados centígrados, literal o metafóricamente, siempre ayuda que otra persona te levante de piso cuando te caíste en medio del parque y sacuda de tu ropa la tierra que no alcanzas a limpiarte.
Cada día me convierto más en lo que sueño ser, el camino ha sido muy duro y falta más, pero el espejo al fin empieza a devolverme un reflejo íntegro y no mi cara deformada por el glitch de la incertidumbre y el dolor.
Uno aprende a ver lo que quiere tener, pero como terapia de shock, después de tantos vergazos también uno se enseña a separarse de donde/quien ya no puede pertenecer.
Cuando la casa abandonada que fuimos durante tanto tiempo comienza a ser habitada, cuando los manteles y las persianas ahora tienen lindos estampados y dejan de ser pedazos de tela raídos, sólo ahí comprendemos la importancia de no permitir que entre el polvo a nuestro hogar.
Mis puntos débiles son todas las cosas por las que desarrollo fascinación, la soledad y el sentimiento de pérdida destrozan mi corazón blando influenciado por las películas adolescentes de los noventa y la idea del bien y el mal creada por Rowling.
Nos reconocimos símiles en un mundo tan grande que aunque se ha contabilizado en kilómetros y espesor, realmente es casi imposible adivinar su magnitud.
Pero solos hemos venido y solos hemos de irnos, ningún copiloto es eterno, ningún escenario es el bueno.
El problema del ser humano es precisamente esa humanidad que nos aqueja, somos animales racionales, panteras salvajes a penas controladas por los ideales sociales y dentro de esa vorágine es imposible frenar nuestros instintos más vergonzosos, la ira, el enojo, la envidia, el ego y las venganzas chiquitas, que no importan para nada en un contexto amplio pero que destrozan un día, una comida, una fiesta o un momento.
La fortaleza de crecer se encuentre precisamente en no dejar que esos impulsos nos ganen, en recordar quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Crecer significa darse cuenta de que el para siempre también es una medida de tiempo y por lo tanto se agota.
Yo aquí doy vuelta a la derecha, un placer.
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