No coincidimos en nada, fuimos creados a distinto tiempo, con diferente ritmo, en circunstancias paralelas. El tiempo y el espacio ni se conocían, fueron dos orgasmos dispares, en otras épocas. Tú naciste bien allá, yo en cambio bien acá. Creciste con tu ritmo a tu paso, yo al mío, lenta a veces, otras con una intensa rapidez. Que curioso, que extraño.
A lo mejor, se nos cayó alguna vez la misma cosa al mismo tiempo, una cuchara, por ejemplo, quizá recortamos la misma revista en el momento preciso, leímos cualquier frase tú allá y yo acá. Tal vez, algunas hasta fueron cosas más cursis, como llorar, ver el cielo, coger, tú con otra persona, yo con otra persona, la misma hora, el mismo año, día, mes, pero tú allá y yo acá.
Las circunstancias de la vida me enajenan, me ensanchan la imaginación, el poder de impresión. Todo a su tiempo, todo en su momento, todo se va adecuando, tú allá y yo acá. Emigrar y conocernos, a sabiendas de que siempre está la decisión de no hacerlo, de retroceder ante las convicciones y como esto desarrolla circunstancias distintas. Y me sucediste.
Como un broche a presión tus demonios encajaron con los míos, y aunque se enzarzan en peleas violentas después se lamen las heridas y se curan y son amigos de nuevo y así para toda la vida. Me gusta, me va bien. Está verga la disparidad de coincidir, a nuestra manera, con nuestros preceptos.
La coincidencia que puede pasar como no, pasa, y todo va chido, y ay.
Que bueno que ya estás acá.
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