Dogbane Beetle

viernes, 25 de mayo de 2012

Mi frenesí


Me acuerdo como perdimos la felicidad.
Discurrió en las laderas de tus huesos saltones. Brinqué por cada disco de tu columna vertebral y terminé comiendo hamburguesas en tu coxis. Fue fantástico. Encontrarme en la tensión de tus oblicuos y esos cuadros que se te marcan por flaco, no por el ejercicio. Entonces me caí hacia la resbaladilla de tus ingles y olí con mi propia nariz a lo que huele el amor, a sal, genital y sudor. Me encantó. Y seguí caminando, recorriendo tu cuerpo, asombrándome cada cuando. Investigando y saboreando. Y ahí comprendí que no había más regocijo que estrujarte la piel. No hubieron más razones, siempre me gustaron tus calzones. Y tú voz, que quiebra el cielo. Pero te pusiste de pie, mi diminuto yo cayó. Y vi mi saliva escurrir por tu cuerpo hasta los pies, y de ahí se perdía en ríos y viajes. Y te fuiste. Si despedirte, ni el último cigarro ni nada, ni algún agarrón de nalga, ni nada. Y así se fue mi dicha. Y así llegó la prisa, de someterme al yugo del arte y no salir jamás de ahí. No encontré felicidad ahí, pero me hallé a mí.



Aunque no sirva de nada.

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