lunes, 20 de abril de 2015
Esporito
Pinche vieja tenía un culote, la conocí en uno de esos antrillos fresas de paseo San Pedro, la neta no los frecuento porque no tolero la música ni a tanta gente mamona junta, hice fila como una hora y los guardias casi me checan la etiqueta de la ropa, putos jodidos con delirios de grandeza, me cagan. La morra estaba recargada en la barra pidiendo un trago, traía un vestidito negro pegadito y unas nalgas que me dieron ganas de poner ahí a descansar mi cerveza, me acerque y le dije que yo le pagaba la bebida, en eso recuerdo que ella volteó y me miró como si fuera una caca de perro que estuvo a punto de pisar, aunque al final dijo "okey" y pues quién se resiste a las cosas gratis, pensé. Se me figuró que entonces se iría a buscar un mejor candidato con abdomen de Jesús y tarjeta platino pero se quedó platicando conmigo, me dijo que se llamaba Claudia y que estaba estudiando su último semestre de ingeniería en no sé qué mamada, no puse atención, mientras hablaba mentalmente la estaba acomodando de perrito en mi cama, en eso también recordé que ni había lavado las sábanas, igual supuse que no tendría tanta chance de que se cumplieran mis fantasías.
No obstante, pensé en aquél momento que ese 17 de mayo mi suerte andaba cambiando porque Claudia me dijo que si nos íbamos a su casa, ni lento, ni perezoso, pagué la última ronda y la saqué casi a rastras del lugar, creo que ni me despedí de mis compas. El depa de Claudia era chiquito y bonito, tenía muchas lámparas cubiertas de seda roja que le daban un aspecto de burdel, "es bien puta, ya la armaste Rigo, a güebo", pensé, nomás llegó aquélla cavilación se me paró y le tuve que pedir el baño. Ya más compuesto la morra me ofreció una cerveza, me invitó a sentarme en el sillón y acepté, en eso que intento hacerle plática de algo para no verme tan erizo, pero apenas abrí la boca ya la tenía encima, con el vestidito arremangado en sus piernas, me acariciaba el cabello y me daba en la cara su aliento a alcohol, se me volvió a parar, Claudia lo sintió y me la sobó por encima del pantalón.
Se empezó a mover y la fricción hizo que se me pusiera más y más dura, en eso ya no aguanté y la voltee de espaldas, le subí el vestido hasta la cintura: no traía calzones, casi me vengo, se la metí sin pedir permiso y la nalguee hasta que me dolieron las manos, me vine rápido. Claudia se paró y fue a su cuarto, me aventó una almohada y me dijo que me podía dormir en el sillón. "Pinche culera", murmuré para mis adentros.
Igual no batallé nada en quedarme dormido, andaba hasta el pito, lo cabrón empezó como a eso de las cuatro de la mañana, la base de mis genitales comenzó a arderme bien denso, fui a despertar a Claudia todo culo y medio jetona sacó unas pastillas para el dolor de su mesita de noche, me dijo tómatelas y me mandó a la chingada. Entré el baño para ver qué onda pero todo parecía normal, igual ya no dolía tanto, igual era porque no había cogido desde que corté con Alicia. Me tomé las pastillas y me volví a quedar dormido.
Me desperté como a las nueve de la mañana con todo el hocico pastoso y un dolor de cabeza ojete, Claudia me dio una toalla y me dijo que me podía bañar. Me estaba quitando los bóxers cuando la morra entró, ya estaba sin ropa y me quedé medio atontado cuando me di cuenta que se veía mejor de día que de noche porque estaba buenísima, me sonrió al notar mi cara de pendejo y me metió a la regadera. Me bañó, me sobó y me volvió a poner las nalgas, se la metí parados, la morra tenía el cuerpo pegado contra la pared y el agua le hacía cascada en la espalda, empecé a entrar en un éxtasis bien cabrón cuando me volvió a dolerme la verga, quise salirme de la morra pero no podía, al contrario, era como si una ventosa me succionara el pito.
Le grité a la vieja que qué pedo, pero ella estaba completamente perdida en un placer que no puedo describir, finalmente la carne al rededor de mis genitales empezó a ceder y con horror vi como mi pene comenzó a desprenderse de mi piel. No dolió, sólo se sentía el mismo extraño ardor de las cuatro de la mañana. Claudia al fin volteó y se sacó del culo la que alguna vez había sido mi compañera. Me miré instintivamente y no corría sangre ni nada, era un corte limpio, como si de antaño mi pito hubiera sido quita y pon.
Empecé a gritar como poseído, le dije todas las cosas que si le dices en esta época a una mujer te crucifican socialmente. La morra se sentó en la orilla de su cama como si nada, mientras se secaba y se ponía crema en las piernas. Estaba en shock. Claudia volvió a agarrar mi pene todo inerte y lo puso en un platito en el suelo de la cocina, en eso salió un horrendo perro chihuahua de no sé dónde y empezó a comérselo. Me quería desmayar.
Claudia, con toda la tranquilidad del mundo tomó su bolsa, me pasó su tarjeta de crédito, me miró con lascivia y dijo:
-¿Por qué no te compras algo lindo? Esos pantalones no te van nada bien.
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1 comentario:
Me encanto! muy bueno.
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