No soy una persona soy una explosión

Una ansiedad sustituye la anterior, no existe descanso o atisbo de luz, en el microcosmos me expando, en el macro me extingo. Atrápame cuando me veas caer, siento miedo de romperme en añicos y quedar tan deshecha que no haya plazos de tiempo que me puedan componer. Hice tantos rasguños en tu espalda, porque recuerdas que así es cómo marco las semanas, cuatro líneas verticales en tu piel, una más atravesando diagonalmente el primer grupo y así hasta que dejaste de sentir. Estoy sentada abrazando el recuerdo de lo que se fue, lo que no es y lo que jamás será, hay vacíos que duran eternidades, pero dentro de la percepción, también hay infinitos de un minuto.

Todas las sombras de tus caras que forman en conjunción la escala de grises de tu alma, son mi espectáculo favorito, especialmente cuando las reflejas contra la pared del destino a contraluz y la elegancia con la que tomas la navaja y la hundes en mi carne, te juro que no lo cambiaría por nada, te juro sólo a ti te dejaría matarme.

Hemos prometido tantas cosas que no podemos cumplir, pero son finalmente árnica contras las quemaduras de tercer grado que nos ocasiona el mundo real, las palabras ajenas, las miradas obscenas, la lascivia, el odio y la mentira. No quiero que me arrastren las olas, no quiero que me ahogue el mar, yo quiero caminar sobre el agua, yo quiero volar.

No soy una persona soy una explosión, pero es tu problema si sigues creyendo que sólo tus límites podrán definirme, encuadrarme y hacerme entrar en el perfecto molde que guardas para los errores del sistema, para los hijos perdidos del siglo.

Estoy esperando, en aparente quietud, con falsa calma, porque recuerdas que soy experta en apariencias, pero también recuerdas que soy un volcán, que puede explotar, que es mejor no asentar pueblos y viviendas sobre sus faldas, porque me sacudo y tiro y deshago y mato. Y sólo estoy esperando a que llegue el momento, porque claro que llegará y cuando llegue lo sabrás.